Energía solar, columna vertebral del nuevo orden energético mundial

Raúl Asís Monforte González
Durante décadas, el debate sobre qué fuente de energía podría reemplazar a los combustibles fósiles ha tenido múltiples candidatos: la eólica, la hidroeléctrica, la nuclear e incluso el hidrógeno verde. Pero si analizamos con detenimiento los atributos necesarios para asumir ese papel protagónico, abundancia, sostenibilidad, asequibilidad, escalabilidad y madurez tecnológica, hay una clara ganadora: la energía solar.
Hace mucho que dejó de ser una promesa, la solar es una realidad poderosa. Su crecimiento exponencial en las últimas dos décadas no es casualidad, sino la manifestación tangible de su inmenso potencial. Ninguna otra fuente renovable se compara en términos de disponibilidad. Cada hora, el sol entrega a la Tierra suficiente energía para abastecer al mundo entero por un año. Y a diferencia del viento, que puede ser más variable y difícil de predecir en ciertas regiones, el sol sigue un patrón diario bastante estable, especialmente en latitudes con alta radiación.
En términos económicos, la energía solar ya es la opción más barata para generar electricidad en muchos lugares del mundo, incluso en zonas donde la radiación solar no es particularmente alta. Esta caída de precios se debe a años de innovación, economías de escala, y a la consolidación de una cadena de suministro global altamente eficiente.
Las tecnologías fotovoltaicas han alcanzado un nivel de madurez notable, ya no se trata de experimentos futuristas, sino de soluciones confiables, accesibles y en pleno despliegue a gran escala.
Desde luego, no todo es perfecto. La principal limitación es la variabilidad, el sol no brilla por la noche y puede verse bloqueado por nubes o sombras. Pero los avances en almacenamiento, especialmente baterías de litio y tecnologías emergentes como las de estado sólido o el hidrógeno verde, están mitigando rápidamente esa debilidad. Además, los sistemas de gestión inteligente y redes eléctricas flexibles permiten integrar la energía solar de manera más eficiente y resiliente.
En el plano internacional, una amenaza potencial es la creciente tensión entre China, principal productor mundial de paneles solares, y Estados Unidos, su mayor mercado. Las restricciones comerciales, aranceles y disputas geopolíticas podrían ralentizar temporalmente la transición solar. Sin embargo, también están incentivando la diversificación de la producción hacia otras regiones, lo que a mediano plazo puede fortalecer aún más la resiliencia del ecosistema solar global.
En México, el potencial solar es sencillamente extraordinario. Nuestra geografía nos regala uno de los niveles de irradiación más altos del planeta. Sin embargo, aún enfrentamos obstáculos regulatorios, incertidumbre política y una falta de infraestructura adecuada, especialmente en transmisión y distribución.
El país necesita apostar decididamente por la generación distribuida, paneles solares en techos de viviendas, comercios e industrias, así como por proyectos de mediana escala estratégicamente ubicados. La certeza jurídica y una visión de largo plazo son indispensables para atraer inversión y consolidar un sistema energético más limpio, justo y competitivo.
La energía solar no es solo una alternativa más; es, muy probablemente, la alternativa definitiva. Su brillo no es solo físico, es también simbólico. Representa un futuro más limpio, descentralizado y democratizado, con energía solar para todos en todas partes. No hay una solución única para todos los problemas energéticos del planeta, pero si tuviera que apostar por una fuente capaz de liderar la transición global, sin duda, pondría mis fichas bajo el sol.