Flores, dragones y algo más…

Seguimos con las energías del Mes del Amor, y casi entrando al Mes de la Mujer, y en pocos días iniciamos temporada de eclipses, que precisamente vienen a mover y limpiar los ejes del amor universal y por eso es importante hacernos esta pregunta, ¿qué es el amor?
Para mí es algo fundamental, es un elemento fundamental de la existencia del ser humano. Y cuanto más apartemos el amor de nosotros, peor será nuestra vida.
El amor, como decía Einstein, “es la energía más potente que existe en el universo”, de ahí debemos comprender que hay varios tipos de amor: el paterno, el filial, el romántico. Hay muchos tipos, lo que sí es que todos deben de tener una serie de principios o connotaciones fundamentales, ser altruista, que des sin condicionar el recibir, sin esperar nada a cambio, en el momento que esperas algo de tu entrega a la otra persona, permites que intervenga el egoísmo, y ya juega aquí un papel el “ego”.
Por eso el amor debe ser altruista, no debe ser controlador, y querer que él otro haga lo que a mi interés convenga, hay que respetar, el amor auténtico respeta y acepta que cada persona tiene un punto de intimidad, de silencio, de introspección, que es fundamental para alimento del “ser”.
Convivir con una persona, con tu pareja, no es perder libertad, más bien es ganar lo que la otra me da, yo lo doy con satisfacción, no es para mí un sacrificio, no se pierde libertad, se gana libertad, al disfrutar y aprender del otro.
Es comprender que uno no pierde libertad dando amor, al contrario, expande esa energía al universo, permito enriquecerme de lo que me brinda el otro, que el otro es mi espejo, pero sin bajar el “ego” me pierdo de disfrutar lo que realmente es la energía del amor. No permitamos que esa energía tan potente del amor, por el “ego”, no la vivamos, cuando por fin el universo conspira para entregarnos el amor en otra alma, a fin a nosotros, nuestro espejo.
El femenino necesita del masculino para florecer y viceversa. Y esto no quiere decir que dependamos de un masculino, quiere decir que sin la propia aceptación de tu masculino interno, ni de los principios masculinos universales, que son luz, provisión, protección, seguridad, no te sentirás plenamente llena.
El femenino anhela ser llenada por el masculino con todas sus características. Así, como el masculino buscará su lado femenino que lo alimente, lo nutra, lo materne.
El problema es que muchas veces rechazamos esa energía porque va ligada directo a la herida, al miedo, las historias, el pasado y, al igual que al masculino le pasa con el femenino, rechaza porque no sabemos gestionarnos, gestionamos desde esto ya lo viví, ya lo vibré, pero olvidamos que todos los seres somos únicos e irrepetibles, nadie es igual al otro. Aun así, las historias parezcan similares y nosotros nos somos iguales, en cada relación nos involucramos de manera distinta, porque cada energía conecta de manera distinta con un otro. Todos tenemos una frecuencia energética distinta y esa frecuencia hace que conectemos más rápido, más fácil, más amoroso con un otro.
El universo no se equivoca al juntar energías, no permitamos equivocarnos por creencias limitantes cuando estas energías las encontremos.
La mayoría de las mujeres no queremos ser el maestro, el líder o el escultor de un hombre. Queremos descansar en presencia de un hombre que ya se conoce a sí mismo. Que, aunque él esté también en su propio huracán sostenga y sea calma.
Las mujeres somos creadoras por naturaleza. La energía está constantemente en movimiento, reflejando los ciclos de creación, destrucción y renacimiento. Ya sea por el ciclo biológico, el trabajo emocional que realizamos o la forma en que nutrimos la vida en todas sus formas, siempre dando, siempre transformándonos. Este proceso es a menudo agotador, a veces doloroso y siempre profundo.
Debido a esto, una mujer anhela a un hombre que pueda dar, un hombre que no exige ser moldeado por sus manos, sino que llega entero, con un sentido de dirección y propósito.
La naturaleza de una mujer es fluida, como el océano- vasta, profunda y siempre cambiante. Ella no necesita a un hombre que intente controlar sus mareas o resistirse a sus olas. Necesita un hombre firme, como la tierra de un jardín de rosas, ofreciéndole un lugar donde volver, un espacio donde pueda dejar sus cargas y simplemente estar.
Cuando un hombre se conoce a sí mismo —su propósito, sus valores, sus heridas y sus fortalezas— se convierte en un lugar seguro para que una mujer se ablande. Ella no tiene que explicarle lo que significa estar presente, ser responsable, estar emocionalmente disponible. Él entiende porque ha hecho el trabajo para entenderse a sí mismo primero.
Esto no significa que un hombre deba ser perfecto. Tampoco pedimos eso. La perfección es una ilusión. Significa que debe estar dispuesto a hacer el trabajo de crecer, sanar y evolucionar por su cuenta. Significa que no espera que una mujer lo complete, sino que busca una mujer que camine a su lado.
Una mujer no quiere sentir que tiene que ser madre de su hombre. Ella ya lleva suficiente, física, emocional y energéticamente. Lo que ella realmente desea es sentirse lo suficientemente segura como para rendirse, dejar ir, confiar, soltar las emociones para no enfermar. Ella quiere saber que el hombre delante de ella puede sostener sus propias emociones, tomar sus propias decisiones y mantenerse firme en su propia identidad.
Cuando un hombre proporciona esto, desbloquea un lado diferente de una mujer. Ella se vuelve más radiante, más abierta, más profundamente conectada a su esencia femenina. Se siente mujer aún con mil lágrimas en los ojos. Ella no tiene que operar en modo supervivencia, manejando constantemente todo a su alrededor. Ella puede respirar. Ella puede recibir. Ella puede amar plenamente.
Una mujer que se encuentra con fuerza, estabilidad y profundidad emocional ofrecerá un amor que es a la vez feroz y tierno. Ella se va a verter en un hombre de formas que se sienten sin esfuerzo porque sabe que está vertiendo en un recipiente que ya está entero. Y cuando dos seres enteros se unen, no necesitados, sino en profunda y mutua reverencia, el amor se convierte en algo sagrado.
¡Que la vida nos permita a todas las mujeres vivir un amor sagrado!