Opinión

El legado duradero de la Industria de Reuniones: más allá del impacto económico

Columna: Punto de Encuentro

En el momento actual, donde la conectividad global impulsa y nos facilita el intercambio de ideas y colaboración entre diferentes culturas y generaciones, la industria de reuniones se descubre como un catalizador fundamental en la construcción de legados transformadores para destinos y países.

Si bien es cierto que estos eventos derraman recursos económicos vitales en las comunidades receptoras (tanto en empresas de la hospitalidad como en prestadores de servicios especializados), su verdadero impacto trasciende las fronteras del dinero, penetrando en ámbitos como la ciencia, salud, innovación, reputación, infraestructura y desarrollo social.

Una metáfora que encapsula este concepto es la del iceberg, inspirada en el movimiento del mismo nombre que ya existe y se promueve activamente a nivel global el sector (https://www.the-iceberg.org/).

Esta referencia explica que la parte visible del iceberg, compuesta por los beneficios económicos y tangibles de los eventos, apenas revela una pequeña fracción de su verdadero potencial transformador.

En el caso de México, un país vibrante, versátil (con diferentes realidades socioeconómicas en nuestro vasto territorio) y lleno de riqueza cultural, el legado de la industria de reuniones puede ser enorme si se aborda de manera estratégica y deliberada.

Al considerar el legado a largo plazo de los eventos, es esencial entender que un destino que aspira a destacar en el mercado global de reuniones debe ser proactivo en la generación de impactos duraderos.

Esto implica una cuidadosa selección de eventos que estén alineados con la vocación y los valores de la ciudad o país anfitrión, entendiendo la importancia de conectar comunidades entre diferentes gremios o industrias.

No se trata simplemente de atraer cualquier evento, sino de buscar aquellos que puedan abordar desafíos estructurales y contribuir a soluciones sostenibles. Debemos ir preparando, con base en un inventario de nuestras necesidades más apremiantes, un catálogo de proyectos que a través de los eventos pudieran ser apoyados con inteligencia global
colectiva.

Además, al fomentar la diversidad y la inclusión a través de eventos internacionales, se pueden sentar las bases para una sociedad más equitativa y abierta. La importación de conocimiento a través de estos programas también juega un papel crucial en el desarrollo de capacidades locales, cobertura académica y la promoción del crecimiento económico.

La clave radica en la intencionalidad. Los destinos que reconocen el potencial transformador de la industria de reuniones son aquellos que aprovechan activamente estos eventos como plataformas para impulsar cambios significativos.

Desde la fase de prospección, pasando por la postulación hasta la ejecución misma del evento, se debe
tener en mente el tipo de legado que deseáramos que aporte y trabajarlo en consecuencia.

No se trata de inventar el hilo negro, hay países que ya lo entendieron e involucran a sus diferentes ministerios, sectores y universidades en el diseño de una estrategia que utilice los eventos como aliados incluso para el diseño de sus políticas públicas. Dinamarca (que cuenta incluso con un laboratorio de legado de las reuniones), Australia y Colombia (entre otros) se han acercado a la industria con esa perspectiva y han tenido resultados sorprendentes.

En última instancia, el legado de la industria de reuniones en México y en cualquier otro destino no se mide únicamente en términos de ingresos generados durante el evento, sino en los efectos duraderos que perduran mucho después de que las luces se apagan y los delegados regresan a sus hogares. Es hora de reconocer el poder transformador de estos encuentros y aprovecharlo para construir un futuro más próspero y equitativo para todos.

Por: Eduardo Chaillo, CMP, CMM, CITE, CASE

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