Ante Covid, en Europa prevalece política de sálvese quien quiera
A pesar de que no se ha ido a ninguna parte y cualquier persona, de cualquier edad, puede contraerla con el riesgo de enfermar gravemente o morir, el Covid-19 ha dejado de tener una presencia visual en las capitales de Europa, en donde los tapabocas y desinfectantes parecen pertenecer a la era de la prehistoria.
La sociedad europea fue perdiéndole el miedo conforme el tsunami de hospitalizaciones fue descendiendo y las autoridades paso a paso aniquilaron las medidas introducidas para ganar tiempo frente a los programas de inmunización colectiva por vacuna.
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En pleno fin de la décima ola, el coronavirus parece sólo preocupar en los hospitales, a donde están llegando pacientes por otro malestar distinto a la enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV2.
Por ejemplo, de todos los pacientes hospitalizados en los últimos meses en Holanda con coronavirus, menos de la mitad llegó por esa enfermedad, es decir, la mayoría llega a la clínica por otro malestar, y es allí donde se enteran que tienen Covid.
Hasta el 24 de enero, en Países Bajos, había 303 pacientes hospitalizados por coronavirus y 23 acostados boca abajo y conectados a respiradores artificiales en unidades de cuidados intensivos. El último pico se registró el 15 de diciembre pasado, con 832 hospitalizados.
Fuera de los hospitales, la enfermedad respiratoria parece preocupar a ciertos segmentos de la población europea, esencialmente a mayores de 60 años, así como a las que padecen problemas médicos subyacentes, como los que sufren de hipertensión, diabetes, problemas de corazón, pulmón y riñones.
De acuerdo con un informe preliminar divulgado por la Agencia Europea para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), durante la última tanda de vacunación, entre el 1 de septiembre y el 15 de enero, se suministraron 22.7 vacunas contra Covid en el Espacio Económico Europeo, que incluye a los socios de la Unión Europea, además de Islandia, Liechtenstein y Noruega y suma un total de 453 millones de habitantes. Alrededor de 97% del total de dosis aplicadas fueron de la vacuna Comirnaty Omicron XBB.1.5, de la farmacéutica Pfizer.
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De ese universo, 19.4 millones de personas de 60 años o más recibió por lo menos una dosis; y poco más de una cuarta parte, 5.5 millones, tenía 80 años o más. El resto de los virales se suministraron principalmente a trabajadores de la salud, personas con enfermedades crónicas y mujeres embarazadas.
En términos de cobertura, en la última ronda de vacunación solo el 11.1% de los europeos de 60 años o más se aplicó el viral, mientras que el 16.8% de las personas de 80 años o más.
Aunque la cobertura no es homogénea en Europa, hay una gran variación entre los países. El interés por el antídoto frente al virus identificado por vez primera en un mercado de mariscos de Wuhan en diciembre de 2019, es muy distinto en Copenhague que en Valletta o Budapest.
No hay quien le haga sombra a Dinamarca en el terreno de la vacunación. En la última ronda, la cobertura fue del 43.5% de la población de 60 años o más, elevándose al 80.4% y 88.2% a partir de los 70 y 80 años, respectivamente. A los daneses le siguen los portugueses, con una tasa de vacunación del 41% a partir de los 60 años, alcanzando el 62% en las personas de 80 años o más. Cifras similares muestra Holanda, Irlanda, Bélgica y poco más atrás Finlandia, con 31% de la población de más de 60 años.
En estos países, al igual que Letonia, Lituania, Liechtenstein, Noruega, Eslovaquia y Eslovenia, las autoridades sólo recomiendan la vacuna en personas de 65 años o más, sostiene la ECDC.
Del lado opuesto de la balanza están los países Bálticos, del Este y Malta, quienes muestran un desprecio absoluto por la vacuna. Las dosis reportadas en personas de más de 60 años fueron prácticamente cero en Rumania, Hungría y Malta; en tanto que en Eslovaquia, Lituania y Bulgaria la cobertura ligeramente superó el 1%, mientras que en Polonia y Eslovenia fue del 2.1% y 2.7% respectivamente.
En cuanto al impacto económico, hay indicadores que muestran que la carga de la pandemia sigue acumulándose.
A pesar de que se han desmantelado las medidas de protección y prevención, y la prueba de detección en las personas con signos y síntomas indicativos de Covid ha quedado en una mera sugerencia que se aplica de manera extraordinaria, la enfermedad continúa pasando factura a la productividad.
Si bien no hay datos a escala europea, investigaciones realizadas en Suecia muestran que desde la llegada del coronavirus los trabajadores se declaran enfermos el doble de lo habitual, dos semanas en lugar de una al año.
Un estudio realizado por expertos de la Universidad de Gotemburgo y divulgado en enero pasado, con base a datos recaudados durante la primera ola, de marzo a agosto de 2020, estableció la media de baja laboral por enfermedad en 35 días. También reveló que tres de cada 100 trabajadores siguieron reclamando beneficios sociales 1 año después de haberse enfermado.
Otro estudio elaborado por investigadores del Hospital Universitario de Uppsala y publicado en 2023, estimó el costo medio por ausentismo laboral por Covid en mil 907 dólares, en comparación con los 919 dólares contabilizados antes de la pandemia.
El panorama epidemiológico de invierno ha estado dominado por la influenza estacional, que circula a niveles más altos que el SARS-CoV-2, sostiene la agencia europea con sede en Estocolmo.
En la actualidad el coronavirus muestra tendencias decrecientes o estables en todos los países europeos, tras el pico de la última ola, en diciembre pasado. El panorama clínico europeo está dominado por la variante Omicron BA.2.86.
De los diez países que más casos reportaron durante el último mes, hasta el 14 de enero, a la Organización Mundial de la Salud, cuatro eran socios de la UE, Italia con 125 mil casos, Grecia con 66 mil, Polonia con 36 mil y República Checa con 23 mil. Rusia ocupa la primera posición global con 164 mil casos, aunque distante del pico del 17 de diciembre, 376 mil casos.